La oportunidad que entrega el proceso constituyente
Son momentos históricos, qué duda cabe. Hace algunas semanas me tocó asumir una de las responsabilidades más grandes de mi vida, la presidencia de la Convención Constitucional de Chile. Reconozco el peso de múltiples tiempos que tenemos sobre nuestros hombros, se sienten esos pasados en cada paso que damos.
Esta es una tarea de todos los pueblos de Chile y de Wallmapu, ya que inevitablemente estamos atados los diversos pueblos que habitamos el país a una historia compartida, aunque es fundamental decirlo, esta historia tiene recovecos claroscuros, memorias que circulan a contrapelo de los relatos oficiales. De esta forma, cualquier posibilidad de encuentro debe partir de esta verdad honda y ancha, no hay otra forma, no hay caminos breves, los atajos en este caso serían trampas. Chile no ha sido un Jardín del Edén, hay dolores, cicatrices que no sanan; observar y conversar sobre esas llagas es la única forma de sanar. En definitiva, es imposible construir el futuro Chile sin dar cuenta de todas estas llagas que se hicieron tan patentes desde el 18 de octubre de 2019.Los pueblos de Chile jamás -hasta ahora- hemos tenido la posibilidad de redactar nuestra Carta Magna baja una instancia democrática y plural, todas han sido autoritarias y monoculturales. Así, que esta inédita coyuntura sea además presidida por una mujer mapuche es de una profundidad histórica insospechada; lo tengo claro, asumo ese peso colectivo.
Y parto con este triste impulso, porque no hay otro modo de partir la tarea magnánima que tenemos por delante. Por mucho tiempo las fuerzas del olvido quisieron reinar, y habitamos por décadas una ilusión, un oasis: un país de pujante y unificado andar. Un buen día ese espejismo acabó estallando, y por todos los territorios se comenzó a escuchar ¡Chile Despertó! Ese despertar nos tiene acá, imaginando los contornos del nuevo país que vamos gestando.
Por ello hablamos de refundación, estamos constituyendo las nuevas relaciones sociales, políticas y culturales del país, todo esto luego de la pulsión destituyente. Un país que ha sido proyectado por tanto siglos solo por hombres blancos pertenecientes a las elites hoy puede imaginarse desde los territorios profundos, desde las lenguas ensombrecidas, desde los cuerpos magullados. Es por ello que como mujeres mapuche tendremos un rol clave en estas tareas refundadoras.
Las mujeres indígenas hemos sido por siglos inferiorizadas, tanto por los sistemas institucionales del poder como también por nuestras propias instancias organizativas. No han sido fáciles los caminos hasta acá, el “ninguneo” y la mirada despectiva no han estado ausentes, pero con porfía y trabajo colectivo es posible ir carcomiendo los ejes de la cultura colonial y patriarcal. Y lo tengo claro, con mi presidencia no borraremos siglos de dolores, tampoco mañana será todo mejor por este simple hecho, pero no resto tampoco relevancia histórica al momento que habitamos. Ahora bien, es tarea de todes darle viabilidad política a la profundidad del símbolo y seguir ahondando este cambio cultural para las futuras generaciones.
Precisamente, sueño con que las niñas y los niños puedan habitar este mundo bajo una pluralidad de miradas y en conexión reciproca con la naturaleza. Es la apuesta en la que cabalgamos los pueblos indígenas para el siglo XXI, gestar una sociedad democrática desde los territorios y comunidades, articulando autonomías con sociedades plurinacionales, rehaciendo los lazos del poder, desconcentrando el dominio de la palabra y las decisiones, para que surjan desde allí las voces históricamente marginadas, las mujeres, las disidencias, los indígenas, los afrodescendientes, los pueblos mestizos, los y las trabajadoras.
La tarea es construir otra forma de ser plural, una donde el reconocimiento de nuestras subjetividades e historias den pie a nuevos diálogos. Es que superar la sociedad monocultural no es puramente una cuestión de visibilizar diferencias, sino que ante todo es edificar nuevos vínculos bajo simetrías de racionalidades. Con ello, la plurinacionalidad deja de ser una solución cosmética o algo solo para indígenas, y se transforma en un modelo democrático de convivencia, donde cada cultura, territorio y nación puede edificar sus caminos al fragor de un todo heterogéneo. La labor es hacer de Chile una comunidad política que se imagine y proyecte múltiple, compleja, descentralizada, afincada en los devenires del país profundo.
El desenvolvimiento de estos nuevos ejes articuladores, obligan a buscar nociones e inspiraciones en zonas históricamente negadas. Los siglos que fundaron sus lazos mediante intenciones homogeneizantes están llegando a su fin, y emergen como esperanza los conocimientos indígenas, las formas de mirar el mundo que han tenido por siglos las naciones originarias. Y en esta proyección societal plural, las lenguas de los pueblos son cimiento e impulso, es decir, permiten edificar lo refundacional bajo concepciones profundas para desde allí modelar los tiempos futuros.
Un ejemplo de estas posibilidades es la noción mapuche de itxofill mogen, donde descansa una interpretación de la realidad habitada por múltiples vidas, cada una de ellas fundamentales para el equilibrio del mundo. Entre estas vidas estamos nosotros, los humanos, pero no somos los únicos, por el contrario, nos necesitamos con la pluralidad de vidas que transitan por la mapu. Esta idea es refundadora, es la posibilidad de superar las mentalidades que sostienen el extractivismo. No es factible desde acá seguir alimentando la destrucción de la naturaleza, ya que nos debemos a ella, incluso más, la necesitamos si como humanidad pretendemos seguir en este mundo. En definitiva, el itxofill mogen es una respuesta mapuche a un problema de la humanidad entera, el calentamiento global.
Desde lo anterior es factible profundizar la idea de que la plurinacionalidad no es una materia únicamente de indígenas, o al menos no debería serlo, sino que es una oportunidad para la sociedad en su conjunto. Desde el diálogo de racionalidades y saberes se puede lograr construir un camino para dar respuestas a los problemas fundamentales de la humanidad actual, hacía allá transita el siglo XXI, hoy Chile tiene una oportunidad insuperable para embarcarse en las posibilidades futuras.
Aunque claro, este ejercicio necesita de una nueva ética, una ética del reconocimiento del otro, de todos aquellos que fuimos construidos como los otros de la historia, para desde allí posibilitar una práctica de inteligibilidad de las lenguas y saberes indígenas, que es básicamente edificar las condiciones para escuchar y comprender la profundidad de las palabras negadas durante tantos siglos.
La redacción de una nueva Constitución es una oportunidad inmejorable para construir esas condiciones de escucha y conversación, entendiendo por supuesto que esa redacción no es tarea univoca de 155 personas, sino que ante todo es un debate cultural de la sociedad en su conjunto. Trabajaremos para cimentar estas condiciones, para ello es ineludible que algunas sesiones de la Convención se desarrollen en diversas regiones del país y que en la medida que el proceso adquiera mayor consistencia, lograr que las diversas voces de los territorios tengan resonancia al interior de la Convención.
Con ello, un fundamento que debemos encumbrar durante el desarrollo de esta coyuntura es construir una institucionalidad con amplios vínculos con la sociedad mediante fuertes procesos de participación. En este sentido, las naciones originarias tenemos elementos organizativos y políticos que podemos poner a disposición, con la finalidad de refundar también la democracia. Es que cuando nosotres hablamos de autonomía y libredeterminación lo que estamos colocando en la mesa son otras formas de comprender los procesos democráticos, junto con repensar los modelos de gobernanza que han tenido los Estados.
Así, la participación de las naciones originarias en el debate constitucional no puede cometer el error de imponer formas externas de toma de decisión, porque ello limitaría nuestra participación e invalidará las normas propias de decisión de los pueblos y comunidades. La participación debe ser soberana, respetando los derechos a la autonomía y autodeterminación. En la historia de las naciones indígenas ha habido diferentes hitos de participación que se documentan de manera oral en la memoria colectiva o de manera escrita en crónicas históricas. En el mundo mapuche existen los parlamentos, los gvlamtuwvn o tribunales mapuche. En el tiempo de la dictadura el palin o “juego de pelota” jugó un rol importante para la toma de decisiones; posteriormente para la aprobación de la bandera mapuche y la activación de los roles de las autoridades originarias se realizaron los Nor Gvlamtuwvn (Consejos Sociopolíticos o Tribunales Mapuche). Lo importante de estos procesos es que han generado los cambios en la historia de las decisiones indígenas, pasando de la negación a la existencia y la visibilización de las luchas.
Y probablemente este será uno de los grandes desafíos que tendremos: lograr democratizar el Estado mediante modelos de organización más articulados con los territorios, sin por ello estatizar las formas comunitarias de vinculación territorial. Esto implica pensar que lo público no es por antonomasia lo estatal, sino que es factible construir modelos de gobernanza donde lo público pueda ser también comunitario. Así, no solo descentralizar el poder, sino que también dispersarlo, construir herramientas políticas de basificación y ampliación democrática. En otras palabras, superar la noción que democracia es simplemente votar, y profundizar las condiciones para que las estructuras estatales se correspondan también con los modelos de organización que los pueblos sostienen desde sus territorialidades.
En definitiva, los tiempos que corren han adquirido una intensidad inusitada, lo cual se experimenta sobre todo por la capacidad que tenemos de imaginar y proyectar una nueva sociedad desde mundos que han sido negados desde hace décadas y siglos. Para que ello se complete es vital construir diálogos simétricos entre pueblos y territorios, someternos como sociedad a un esfuerzo de inteligibilidad, promoviendo la escucha de los saberes profundos, reconociendo el plurilingüismo como oportunidad para todos y todas, ya que desde allí será factible repensar los vínculos entre los seres humanos y entre los seres humanos y la naturaleza, junto con descubrir que hay una democracia más allá de lo representativo, que es una democracia que emerge desde los pueblos, respetando autonomías y alimentando vínculos plurinacionales. Es una tarea gigantesca, lo bueno es que es una tarea de todos y todas.
*Presidenta de la Convención Constitucional.
Foto: ciper.cl
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