Todos están de acuerdo en que la mentira no debe ocupar el sitio de la verdad —aunque loó hechos no marchen de acuerdo con los pensamientos— y es por esa razón que doy a la publicidad el presente librito. Es decir, para restablecer el imperio de la verdad, y en homenaje a la verdad misma.
Antes de alejarme al extranjero —para evitar en aquella época, la prisión que se me abría— hasta noviembre de 1906 sólo vi a mi alrededor una aureola de simpatías y de cariños, de admiración y de aliento. En el extranjero recibí noticias de que todo esto se había transformado. Volví a Chile, a fines de 1908, cumplí mi prisión y a fines de 1909 recorrí el país entre Valparaíso y Osorno.
En este viaje constaté el hecho que alrededor de mi nombre y de mis actos se había tejido una malla de mentiras que en pocos casos pude destruir.
Era creencia general —y lo es aún— que en 1906, al incorporarme a la Cámara dé Diputados yo me negué a prestar el juramento reglamentario y que este hecho había sido la causa de mi expulsión del Congreso.
Esto es falso, pues, yo juré en cumplimiento y con-forme a la ley. Ahora yo no quiero que esa falsedad se mantenga en lugar de la verdad; por dos razones: primero porque daña la doctrina de la democracia; porque se hace creer a las masas ignorantes que la democracia es antirreligiosa; segundo porque tengo un inmenso amor a la verdad, mejor diré un culto y no quiero que se . explote y se especule con la men-tira.
¡Se dirá que es tarde para esta obra, pero yo no lo creo así y no habiendo podido hacerlo antes, lo hago hoy con la intención de dejar las cosas en el sitio que corresponde.
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